Friday, July 20, 2012

Así comienza

Cada mañana, Don Jesús prendía la televisión del abarrotes inmediatamente después de levantar la cortina de acero que lo protegía de los malandrines del ejido. Llevaba seis años, desde que murió su amada esposa, sincronizando su rutina diaria para que coincidiera con el inicio del noticiero matutino de conocido canal de telenovelas. 
El "Abarrotes Lupe" era también el hogar de Don Jesús, y consistía en una humilde casa de ladrillos y techo de cachanilla ubicada frente a la cancha de básquetbol, construida durante los tiempos de Solidaridad en un intento por alejar a los jóvenes de las calles, e impedir así que se les ofrecieran drogas o los reclutaran como miembros de una milicia clandestina, de creciente presencia no sólo en ese ejido en particular, sino en todo México. 
Los pocos clientes que hacían subsistir al negocio en un tiempo de crisis que jamás había dejado de serlo,  llegaban esporádicamente a comprar media docena de huevos, tortillas de maíz, un paquetito de frijoles, tal vez, pero eso sí: muchas botellas de Coca-Cola.   
La vida transcurre lenta en los ejidos, siempre lo había sabido, por eso más que vender abarrotes, Don Jesús ofrecía un servicio: conversar.
A veces, la gente iba ahí con los pretextos más inocentes, sólo para conocer la opinión de Don Jesús en torno al tema del momento.
- Aquí tiene el peso que le quede a deber el miércoles, Don Jesús.
- Gracias, Alma, no se hubiera molestado.
- Si no es molestia, es un deber.- las frases prefabricadas eran las favoritas de sus conversadores.- Oiga y ya que estoy aquí, ¿cómo la ve con esto de que van a derrumbar la junta de mejoras?
- Mire, Alma, yo le voy a decir una cosa...
Algunas pláticas se reducían a la sóla cosa que debía decir Don Jesús. Otras podían durar horas, dependiendo del tema. 
- Oiga Don Jesús, dice mi tía que si ya le llegaron tarjetas de teléfono.
- No, mija. Ya le había dicho a tu tía que hasta fin de mes.
- Está bien, yo le recuerdo. Oiga, y ¿ya supo que la nieta de Doña Ofelia salió embarazada?
- ¿No tienes una bufanda que tejer? Ándale que ya empezó a correr el soplón.
Las únicas conversaciones que Don Jesús evitaba eran las de chismes. Ni la viruela se contagia tan rápido, ni provoca tanta comezón como el chisme, decía.
Ahora bien, ese tiempo de crisis era también tiempo de elecciones, la peor combinación posible según Don Jesús. Y desde el inicio de campaña, los habitantes del ejido acudieron a pedirle consejo al viejo abarrotero respecto a por quién votar.
La imparcialidad es un lujo para quien se apasiona por un proyecto y anhela el cambio, por eso Don Jesús no se guiaba por ella, y así convenció a muchos de votar por su candidato.
Nunca como esos días las conversaciones fueron tan amenas en el Abarrotes Lupe.
Entonces pasó el día de las elecciones, y con él, el circo, maroma y teatro que implica.
Menos de tres días después, el escenario no era favorecedor para su candidato. Los noticieros estaban plagados con noticias que daban por ganador a su contrincante.
Sin embargo, esto no flanqueó el deseo de Don Jesús de ver los noticieros en televisión, pero sí de hablar sobre política.
La gente seguía acercándose a preguntar qué iba a pasar, si iban a dejar al contrincante como presidente, que si empezaría una revolución y que si deberían unirse.
A todos ellos le respondía con una lenta y profunda negación de cabeza.
Un par de semanas después, cuando el tema de las elecciones se hubo enfriado, Don Jesús veía la televisión mientras atendía a Doña Ofelia y a su nieta. El noticiero iba ya en el segundo reporte de clima, cuando de pronto la señal se vio interrumpida por una fracción de segundo.  Luego volvió; luego se fue de nuevo, y volvió una vez más.
El noticiero siguió su curso normal durante alrededor de un minuto, cuando la señal se fue de nuevo y ya no volvió más.
- ¿Qué le pasa a su tele, Don Jesús? Ya va siendo hora de que se compre una nueva.- le recomendó Doña Ofelia.
- No.- respondió Don Jesús con una sonrisa en su rostro.- Así comienza....así comienza.
Forzados a salir de sus casas para ver si sus vecinos experimentaban la mima pérdida de señal, los habitantes del ejido hablaron de lo que Don Jesús se había negado a hablar, y de lo que ya casi no salía en la tele. 
Sorprendidos, pero a la vez aliviados de saber que los demás pensaban igual, se organizaron y antes del atardecer partieron en caravana a la ciudad.
En los ejidos y ciudades alrededor se vivía una situación similar.

Y así comenzó.








3 comments:

ph145 said...

Me gustó.

Unknown said...

good

Unknown said...
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